lunes, 17 de diciembre de 2007

Despertar

Te desmenuzo, bajo la lluvia o a través de un torrente en la ventana. A través del cristal salgo a correr bajo la lluvia y grito que ya no importa; me vuelo en una carrera suicida y hermosa donde no te recuerdo. Y es un instante al final de la tarde, al abrir una ventana; porque la lluvia, de pronto, me parece un prodigio: la noche en el día, esa fuerza del agua, que me va llegando a través de la espalda y los oidos y la ventana aún cerrada. Llegan los recuerdos pero no los veo, los voy tirando a la lluvia, o caen como las gotas o forman parte de la tierra húmeda, y ya no sé quién eres tu pero sí quién soy yo, qué mi cuerpo, qué no amo. Qué amo, la lluvia y la tierra, el mar y ese lugar dentro de mi donde me encuentro, y esos instantes de sobrevolar todo.

Ausencias





Como tener un lienzo grande y pintarlo con tu ausencia; como construir una casa, sola, que ya estará vacía antes de terminarla. Como haber empezado a poner los ladrillos para dos y de repente un día te pido que me pases el cemento y no estás ahí, y yo sigo cerrando los ojos y poniendo ladrillos, por si un día regresar a decirme: esa ventana, ¿ahí?

Como tejer los visillos según me enseñó mi bisabuela; como sentarme, con calma, junto a la mesa camilla. Y a oscuras, y en el silencio que sólo rompen el sonido de la luz o el repiqueteo de la lluvia en las ventanas, o una mosca que se colará en verano; sola, tejiendo los visillos, a la luz de un quinqué resucitado, rellenar tus ausencias de otras cosas, de otros mundos...

NOTA: La imagen pertenece a www.juanfrances.com

Despedida


¿Te acuerdas, Naul, de aquella noche? Te dejó en casa como siempre, antes de las cuatro de la madrugada. Era verano. En vez de dormir, seguiste el camino hacia el bosque y fuiste recogiendo paciente, como no habías sabido ser, los guijarros bajo tus pies: uno a la derecha, dos a la izquierda, tres a la derecha, cuatro a la izquierda... hasta que el sol te recordó que nunca podrías guardarlos todos; hasta que caíste rendida allí, en el bosque, en el límite de su casa; llevabas la falda llena de piedrecitas. Y las arrojaste todas en la puerta: una por cada beso que esperaste, dos por cada palabra que tragaste, tres por cada consuelo que no llegó... hay cosas que no pueden contarse con palabras.

martes, 27 de noviembre de 2007

Lembranzas


Naul, las ganas a veces de dormir para siempre, las ganas de no estar en ninguna parte, de no pertenecer. Un animal: la pantera negra. Un lugar: cerca del mar, en Å. Una hora del día, la madrugada, donde todo es posible, la noche infinita. Una época del año, el verano, siempre lleno de magia. Una edad, los 30. Una estrella, Betelgueuse. Un cielo, el de la Isla. Un sonido, el del mar rompiendo. Una sensación, el viento en la cara. Un personaje de ficción: un mago. Un animal mitológico: el dragón. Estar lejos de todo. El bosque. Presente infinito, debería ser un verbo. Un estado, la meditación. Algo más en la piel, la arena bajo los pies. Un verano, éste. ¿Volver atrás? Estar en una terraza con mis tíos. Brindar con ellos.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Noviembre



Hay una parte de mi que tiene mucho miedo de encontrarse contigo, de escribirte estar carta... Será porque tiene miedo de perderte, o de hacerse daño. Hay otra que intenta desnudarse desde que te siente cerca, porque no sabe hacer las cosas de otra manera. Hay una que dice que guarda demasiados daños que no son tuyos, y otra que aprendió a superarlos. Las dos están de acuerdo en no tener prisa.

Hay una que se quedó en la Isla, sola, mirando al mar, casi al principio de conocer a A, cuando le cerraron las puertas. Y otra que se empeñó en buscarse dentro, en escribirle cartas, en no renunciarse. Hay una que duerme a tu lado, sin importarle nada más, que se deja llevar y siente que todo está bien recostada en tu hombro porque sabe que, si algún día no está, tiene su propio lugar al que volver. Una que ama tus ojos y todas las historias que esconden, que ama ésas historias y el tiempo que llevará desenredarlas, que sabe que nuestras historias también nos permiten amarnos; porque cree, como Martín Garzo, que amar es buscar un misterio en el otro. Hay otra que quiso darse y no encontró a alguien que quisiera recibirlo, y se miró tantas noches en el mar que llegó a sentirse feliz allí, sin necesitar nada más; una que aprendió a no llorar cuando sobraba en una puesta de sol. La que nunca te escribiría esta carta, porque la arrulla el mar.


lunes, 13 de agosto de 2007

Pasos para un baile (Minué)


Saltar sobre los versos de todos los poemas que aún no se han escrito. Volver a encontrarte durante una noche que no acaba, entrar en tu habitación y tumbarme a tu lado. Despertarme de madrugada y que me llames mientras me voy de puntillas. Acercarme a la ventana antes de marcharme, dejar que me recorras la espalda con una pregunta sin mirarte. Girarme despacio y aún no besarte; mirarte a los ojos y coger tu mano, llevar tu mano hasta mis labios y rozarte sólo los dedos antes de volverme otra vez. Abrir la ventana y resonar lenta, de nuevo, tu pregunta, que ahora se detiene durante más tiempo y descansa en mi cintura. Entrelazar tus dedos al volverme, cerrar la ventana y caminar unos pasos, abrirte la boca con la boca…