jueves, 29 de mayo de 2008





Como pisar sin darte cuenta un hilo fino en el que alguien envolvió una trampa, y cuando ya se ha roto, no hay forma de arreglarlo; como el cuento de Barba Azul, como abrir esa habitación.

Como poder perderte en cualquier barra, detrás de cualquier falda, como volver a verte después de tanto tiempo; como preguntarle a tu sonrisa, acariciar tu cabeza. Como volver a no quererte o dejar de hacerlo; como seguir callando sin darme cuenta, por si acaso. Como tu rostro cuando mis lágrimas; como el miedo. Como estar desnuda, que lo estés. Como dejar un hilo... Para que tú lo pises. Como el olvido, como la vergüenza. Como el mar, como esperarte en el mar y luego estar en el aeropuerto. Como la niebla. Como ése lago con el que sueño; como necesitar mucho más tiempo. Como invitarte a cenar para hablarte de todo esto; como querer apagar el móvil para no saber. Nuestra casa. Tus recuerdos. Mis pérdidas. Una mesa. Comerte. Una tarde de lluvia, la falta de luz, la luz, la noche, un beso al despertar.

Cosas que nunca existieron




Hay tantas cosas que duelen… Tantas, que es difícil enumerarlas. Si fueran bosque les pondría nombre de árbol, y una marca a cada una, para no tener que recordarlas y buscarlas en un saco. Si fueran montaña, las escalaría cada mañana antes de comenzar. El tiempo las va convirtiendo en cosas que no existen; las va haciendo transparentes, igual que a mi. Hasta que desaparezcamos. Como el tiempo, como el mar, como los recuerdos; como todo lo que amo. Tengo la sensación de haber existido ya, de estar convirtiéndome en una sombra. Menguando, como el hombrecito de la película; qué angustioso era, verle menguar hasta ser algo diminuto que luego desaparecería. Supongo que envejecer será eso: ir perdiendo la piel de los sueños. ¿Qué son los sueños? ¿Dónde habitan? ¿Cuál es el país de las cosas que nunca existieron?