martes, 19 de agosto de 2008

En voz alta



Las mudanzas, las cortinas de las casas que habitaste. Un lugar en el que uno no está no es ya habitable. Puedes ir encontrándote con tu propia sombra al abrir el armario, limpiar sin darte cuenta el polvo de tus sueños en las estanterías. Puedes ser el sol de alguna primavera pasada; puedes ser una parte triste de ti misma, una vela en una catedral, el rastro de un viaje. Puedes querer escribirlos y recordarlos todos; pero no puedes, sabes que no puedes. Puedes amar lo que amaste otras veces, pegar fotos en un álbum; o, simplemente, esperar a que arda todo. Convertirte en un poemario, vender tu alma al diablo or unos versos. Volver a encontrarte contigo misma frente a estas letras. Puedes ser una mujer adulta, una adolescente, un hada. Hablar a tu guardiana, a tu mujer salvaje, reencontrar tus arcanos. Puedes desear haber sido todo en otro momento pasado, ser la que eres en el pasado, no haber sido la que fuiste; construir un castillo con un cuarto donde encerrarte a coser, hasta que un huso o una rueca te lleven de vuelta a la realidad o a un sueño del que te despertara un príncipe. Puedes asfixiarte con el tiempo por delante, o con el vértigo de tus abismos. Pero necesitas tiempo y calma, mucha calma. Te necesitas a ti, y tu cesto de recuerdos y sueños; tu fortaleza, que duerme y habita.