martes, 27 de noviembre de 2007

Lembranzas


Naul, las ganas a veces de dormir para siempre, las ganas de no estar en ninguna parte, de no pertenecer. Un animal: la pantera negra. Un lugar: cerca del mar, en Å. Una hora del día, la madrugada, donde todo es posible, la noche infinita. Una época del año, el verano, siempre lleno de magia. Una edad, los 30. Una estrella, Betelgueuse. Un cielo, el de la Isla. Un sonido, el del mar rompiendo. Una sensación, el viento en la cara. Un personaje de ficción: un mago. Un animal mitológico: el dragón. Estar lejos de todo. El bosque. Presente infinito, debería ser un verbo. Un estado, la meditación. Algo más en la piel, la arena bajo los pies. Un verano, éste. ¿Volver atrás? Estar en una terraza con mis tíos. Brindar con ellos.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Noviembre



Hay una parte de mi que tiene mucho miedo de encontrarse contigo, de escribirte estar carta... Será porque tiene miedo de perderte, o de hacerse daño. Hay otra que intenta desnudarse desde que te siente cerca, porque no sabe hacer las cosas de otra manera. Hay una que dice que guarda demasiados daños que no son tuyos, y otra que aprendió a superarlos. Las dos están de acuerdo en no tener prisa.

Hay una que se quedó en la Isla, sola, mirando al mar, casi al principio de conocer a A, cuando le cerraron las puertas. Y otra que se empeñó en buscarse dentro, en escribirle cartas, en no renunciarse. Hay una que duerme a tu lado, sin importarle nada más, que se deja llevar y siente que todo está bien recostada en tu hombro porque sabe que, si algún día no está, tiene su propio lugar al que volver. Una que ama tus ojos y todas las historias que esconden, que ama ésas historias y el tiempo que llevará desenredarlas, que sabe que nuestras historias también nos permiten amarnos; porque cree, como Martín Garzo, que amar es buscar un misterio en el otro. Hay otra que quiso darse y no encontró a alguien que quisiera recibirlo, y se miró tantas noches en el mar que llegó a sentirse feliz allí, sin necesitar nada más; una que aprendió a no llorar cuando sobraba en una puesta de sol. La que nunca te escribiría esta carta, porque la arrulla el mar.