lunes, 12 de enero de 2009


A través de la ventana y de la lluvia pienso en todas las veces que me alimento de cosas que no hago. Detrás de aquellos árboles comienza un camino; aunque hace años que no lo recorro, cierro los ojos y siento mis pisadas sobre las piedras. Los abro cuando estoy muy cerca y alguien a quien nunca podré besar me coge de la mano para enseñarme lo hermoso que es el faro. Deseo que todo, todos los demás desaparezcan; que sean fragmentos, fotos, recortes que pegar en un álbum. Deseo no vivir sólo una vida sino muchas, con posibilidades infinitas; miro al frente y digo que si, que es hermoso. Pienso que no podré atrapar este momento, ni su magia, ni la belleza del sitio; que siempre se me escapará, como se nos escapan todas las cosas aunque creamos poseerlas y las mostremos orgullosos. Ese instante acaba mientras recorremos los últimos metros hasta el faro, justo cuando entiendo que sólo tengo una vida, y que por eso escribo, quizá incluso a pesar de eso escribo; mientras comprendo que no hay nada más, nada menos, y que ése es el misterio, la belleza. Un beso más en cualquier puerta, un beso menos a la orilla del mar.