miércoles, 22 de noviembre de 2006

Perderme de ti


Llevo tres meses en esta casa, tan cerca y a la vez tan lejos de ti. Veinte minutos a pie, apenas diez en bici. Apenas nos hemos visto; un cruce fugaz en la plaza, un intento de acercarnos que siempre evito porque no quiero volver a ver tus ojos. Toda nuestra historia está encerrada en tus ojos. Al despertar la almohada me ha recordado a ti, acostado a ese lado, yo pidiéndote un abrazo sin hablar. Y el sueño de esta noche, la certeza de que a partir de ahora todo será diferente, mezclado con algún otro sueño pintado de imágenes indescifrables que dejan un poso en cada uno de los sentidos, me lleva a los minutos que pasamos frente al Jardín de las Delicias. Conseguimos alcanzar la primera línea; yo hubiera querido que no hubiese nadie más, que fuese solo para nosotros. Cerré los ojos y deseé que desaparecieran todos para poder cogerte de la mano, llevarte dentro y enseñarte mi paraíso; pero ni siquiera nos tocamos, como tantas otras veces. Ya te me ibas perdiendo por las salas; en algunas pensaba que ibas a desaparecer y, en otras, era yo la que quería diluirme o adentrarme en algún cuadro donde no hubieras existido y romper el hechizo. Y jugaba a alejarme yo, como si fuera capaz de perderme; pero regresaba hacia el lugar donde te había dejado y para encontrarte sólo necesitaba dar con tus ojos, o con el corte tan goloso de tu nuca. Y así sigo jugando, cada vez que nos cruzamos en la plaza, esperando el día, quizá hoy, en que empiece a no regresar.